22° domingo después de Pentecostés, Todos los santos

El que a si mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.

Mateo 23,12

Palabras y hechos.

En la meditación de esta porción del texto veo primero el comportamiento deficitario. Tal como me imaginaría mi vida en la fe, no es. Lo que se reprocha a los fariseos lo veo en mí mismo. Donde falten aprecio/estima y reconocimiento habrá otras cosas. La “justicia mejor”, de la cual habla San Mateo, no es una propiedad, la que puedo adquirir y luego poseer para siempre. Siempre de nuevo tengo que luchar para ganar la vida que corresponde al amor de Dios y para crecer en la relación con él.

En esto me ayudan textos como el de hoy absolutamente cuando no los leo como condenación de otros o de mí mismo, sino como conmemoración de lo que realmente vale: “Tienen solamente un maestro” (v. 8). Y quiero tomar en serio lo que Jesús dijo al principio del capítulo: “Los maestros de la ley… tienen la función de interpretar la ley de Moisés, por lo tanto obedézcanlos” (v. 3). Hasta hombres quienes no puedan realizar sus principios pueden darnos conocimientos nuevos. Pero los versículos 13 y siguientes ponen en claro que las explicaciones de los fariseos no aclaran lo elemental: Donde el corazón no está completamente con Dios, donde en la relación con Dios me busco solo a mí, corro el peligro de entender mal su palabra.

Oh Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba, reconoce mis pensamientos… y guíame por el camino eterno. (Salmo 139,23)

Wilhelm Arning

Salmo 43; Miqueas 3,5-12; 1 Tesalonicenses 2,9-13; Mateo 23,1-12 Agenda Evangélica: Salmo 19,8-14; Mateo 5,38-48; Efesios 6,10-17; (P) Jeremías 29,1.4-7(8-9)10-14

 

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