2° domingo después de Pentecostés, 12° en el año

El hombre de quien habían salido los demonios le rogó que le permitiera ir con él, pero Jesús le ordenó que se quedara, y le dijo: “Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.” El hombre se fue y contó por todo el pueblo lo que Jesús había hecho por él.

Lucas 8,38-39

Acompañar a Jesús es un camino de idas y vueltas. En varios momentos en que sentimos su presencia, queremos guardar con nosotros ese sentimiento, esa emoción. Tal es así que hay una canción que cantamos a veces al final del culto, que dice: “Si no hay palabras, que haya canto, y demos gracias bien de adentro. Atesoremos de este encuentro, la bendición que Dios nos ha dado. Que nos conceda estar de nuevo al convocar a su pueblo.” (Canto y Fe N° 103)
Es normal querer atesorar un momento, querer guardarlo tal como se experimentó alguna vez, o como fue la primera vez. Este habrá sido el sentir de este personaje curado y liberado por Jesús: el seguir sintiéndose importante, valorando la libertad que fue encontrada, después de muchos años, en Cristo.
Pero Jesús le comparte la misión. Ahora esta persona, sin nombre en el relato, se suma al trabajo de Jesús. Jesús trae a este viejo hombre una nueva tarea. Él reorienta la práctica de su fe; de seguidor, lo transforma en testigo y proclamador de sus obras; de una fe de peregrinaje solitario, Jesús lo llama a compartir su fe en comunidad.
El Padre, en su bondad, nos permita ser testigos de su poder. El Hijo nos lleve a dar testimonio, tanto adentro de nuestras casas como hacia todo el mundo. El Espíritu Santo nos permita ver y sentir su presencia cuando compartimos de nuestra fe. Amén.

Jhonatan Schubert

Salmo 22,18-27; Isaías 65,1-9; Gálatas 3,23-29; Lucas 8,26-39 Agenda Evangélica: Salmo 34,2-11; Jeremías 23,16-29; 1 Juan 4,(13-16a)16b-21; Lucas 16,19-31 (P)

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print