Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.

Lucas 17,15

Los discípulos reconocen sus limitaciones y piden al Señor que les ayude a crecer en la fe. Quisieran tener más valor para cumplir sus enseñanzas y sus leyes de amor.

Estaban empezando bien. Esto lo confirmó el mismo Jesús cuando les relató la parábola de “el siervo obediente” según lo cuenta Lucas 17,7-10; donde se nota que la humildad es parte de la fe.

Porque no podemos pensar que Dios está en deuda con nosotros por el hecho de que le hubiéramos obedecido; porque al ser obedientes sólo habríamos hecho lo que, como discípulos suyos, nos corresponde.

Un estilo cristiano de vida debe llevar el sello del Evangelio, que en todo su contenido está dirigido a un propósito de fe. Y creer no es fácil cuando se está en una sociedad corrompida, facilista y mentirosa. Además, en la mayoría de los individuos está el orgullo (aunque digan que es dignidad) de no ser tomado por ingenuo a quien es fácil embaucar. Algo así como lo que le pasó al discípulo Tomás después de la resurrección del Señor con su terquedad de “si no lo veo no lo creo”. Pienso que si Tomás hubiera tenido un poquito de fe en aquella promesa de Jesús de que al tercer día iba a resucitar (Lucas 18,33) nunca habría sufrido la “reprimenda” del Señor: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20,29) Cosas así nos alejan de la fe.

Son nuestras actitudes altaneras las que estorban una buena relación con Dios. Su hijo vino para enseñarnos muchas cosas, tales como desarraigar árboles frondosos con el solo esfuerzo de ordenárselo con fe. Debe ser muy lindo ver a tales árboles plantados por sí mismos en medio del mar.

No se sorprendan, porque como dijo el ángel Gabriel: “Nada hay imposible para Dios” (Lucas 1,37).

Los creyentes del Siglo XXI no tengamos timidez o vergüenza de pedirle a Dios que nos aumente la fe. No sólo porque nos hace falta, sino porque si a los creyentes del Siglo I les funcionó, con nosotros también resultará toda una bendición.                                                           

Alicia S. Gonnet

Lucas 17,1-10

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