Que se porten como deben hacerlo los que han sido llamados por Dios, como lo fueron ustedes.

Efesios 4,1

En un tiempo en que dividir, criticar, destruir la reputación de la otra persona, no oír, están en el orden del día, Efesios nos recuerda que el camino de Dios va en contramano de esta lógica. El evangelio desafía a experiencias de superación de odios, exclusivismos, prejuicios y exclusiones. La palabra de Jesús no levanta muros, sino que los derrumba, no es de odio, sino de amor (2,14).
Si en los primeros tres capítulos de Efesios el énfasis está puesto en la doctrina, en la secuencia el énfasis está en la práctica y en las consecuencias de aquello que creemos. “Que se porten como deben hacerlo los que han sido llamados por Dios” (4,2). Sean humildes (sencillos), educados, pacientes, soportándose los unos a los otros con amor. ¿Para qué? Para mantener el don de la paz, el don de la unidad que es fruto de la acción del Espíritu Santo. El milagro de Pentecostés es que Dios reúne a los/las diferentes y, por la fe, nos hace hermanos y hermanas, parte de un solo cuerpo, en un solo Espíritu, en una sola esperanza. Dios no dispersa.
Dios nos llamó para ser compañeros y compañeras en su misión de vivir y testificar el evangelio. ¿Cómo estamos cuidando de la iglesia, fruto de la gracia de Dios? ¿Nuestro testimonio inspira? ¿Une? ¿Fortalece? ¿Hace diferencia en la vida de las personas? ¿A cada crítica que hagamos también hacemos una propuesta y expresamos una solución para fortalecer la unidad? ¿O solo reproducimos los valores de la sociedad neoliberal que nos enfrenta unos contra otros, nos divide, nos debilita?
Gracias, Señor, por el don de la vida. Inspírame para ser un instrumento de tu paz y unidad en este mundo dividido. Amén.

Nestor Paulo Friedrich

Efesios 4,1-6

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