Pero al ejército Josué le ordenó que marchara en silencio, hasta el momento en que él les diera la orden de gritar con todas sus fuerzas.

Josué 6,10

Todo va a concluir en una batalla, se tiene que tomar la ciudad de Jericó. Las fuerzas militares de Jericó estaban preparadas para el combate. Era una situación bastante especial, nadie podía entrar ni salir. Se espera una agresión dura, fuerte, que era lo más humanamente previsible ante estas circunstancias: esperar el ataque.
Las palabras a Josué son de aliento y de ánimo para que confíen en las promesas del Dios que los sacó de Egipto y obra extraordinariamente a través de su historia.
La táctica que se recomienda contrasta con las ofensivas que cualquiera puede esperar en estos casos: Humanamente hablando, la estrategia habría sido ir de frente con los guerreros. Aquí, en la estrategia que el ángel describe, los sacerdotes y los combatientes rodearán a Jericó durante siete días, número simbólico que implica la perfección del acto divino. Las instrucciones de Josué son llevadas a cabo con éxito porque responden al plan de Jehová y no meramente a una táctica militar.
Y llama mucho la atención en cuanto a marchar en silencio, porque después viene la obra de Dios, el poder de Dios. La fuerza del silencio, estar, guardar silencio no es una cuestión de ocio, sino de actividad.
Vivimos en un mundo muy ruidoso, la mayoría de las personas somos incapaces de estar, ni siquiera un minuto en silencio. Parece que existe un pánico generalizado al silencio. Porque Dios habla en el silencio y, por tanto, cuanto más ensordecedor sea el ruido que nos rodea, más difícil es escuchar la voz del Señor, que quiere hablarnos en lo profundo de nuestro corazón.
En el silencio nosotros no somos los protagonistas. Es Dios quien tiene que serlo.

Mario Gonzales

Josué 6,1-10

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