Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor.

Filipenses 2,13

Frecuentemente, en la comunidad, por querer hacer todo “más que bien”, por el exceso de celo en el cuidado de la obra que Dios nos encarga, terminamos destruyendo amistades, desconfiando del otro, sobre exigiéndonos y también a los demás. Entonces perdemos la alegría y la dicha de pertenecer a la comunidad; no gozamos de la protección y el cuidado que nos brinda el ser parte del cuerpo. Nos alejamos de la bendición que la comunidad trae a nuestras vidas.

Con mucha tristeza oímos quejas de los unos sobre los otros por asuntos que podemos considerar intrascendentes y que pocas veces tienen que ver con la vida de fe. Esto ocurre generalmente cuando nos falta un guía que nos reúne y orienta a todos.

Pablo, que está preso, piensa y ora por los de la comunidad de Filipos. Él los conoce bien y los ama, y justamente por eso sabe lo propensos que son a discutir y distanciarse entre ellos. Por esto les recuerda que el querer y el hacer provienen de Dios y del amor que nos tiene.

Hermana y hermano: hagamos la necesaria tarea de distinguir lo que yo quiero o prefiero, del querer y el hacer que Dios nos da. Nunca dejemos de responder al querer y hacer que vienen de Dios, por sobre mis propias intenciones, deseos o intereses. Siempre, en las diferentes tareas que realizamos en la comunidad, oremos para que nuestros proyectos, obras, trabajos, siempre estén movidos por el querer y el hacer que Dios en su amor pone en nuestros corazones.

Eso nos permitirá llegar a ser luz en un mundo extraviado y dar un testimonio de luz. Amén.

Atilio Hunzicker

Filipenses 2,12-18

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