Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona.                                       

Hebreos 12,2

Jesús es superior a todos los poderes del cielo y de la tierra. Quien en él cree y confía no necesita de otra fuerza, dioses, ídolos o poderes en el cielo o en la tierra.

Ese Jesús fue hecho por un poco menor que los ángeles (Hebreos 2,7). Él anduvo por los caminos que nosotros andamos. Fue tentado por la fama, por la riqueza y por el poder. En la lucha fue servido por los ángeles. Venció. Vaciló en la fe. Aceptó la voluntad de Dios. Se sintió abandonado por Dios. Tuvo una muerte horrible. Allí todos se burlan de Dios. Venció. Y gracias a Dios, venció también nuestra falta de sensibilidad y nuestra indiferencia. Verdaderamente es Hijo de Dios.

Personas que creen en Jesucristo asumen todas sus actitudes. Son sensibles. No transfieren su culpa a los demás, tampoco a Dios. Se responsabilizan por sus obras. Tampoco piensan sólo en sí. Se arrepienten. Libres se empeñan en transformar el cuadro de miseria en su región. Saben que la importancia de la familia está en el servicio que prestan en ella. Y en la comunidad de los hermanos y hermanas siempre están ahí. Sin la comunidad su vida de fe, esperanza y amor, no tiene chance. Y, en la sociedad, son militantes de la lucha por la transformación. Allí trabajan en favor de la vida para todas las personas. Y en esa fe son constantes, vigilantes y perseverantes.

Felices los que luchan por construir la paz, a ellos pertenece el reino celestial. Ven, sube a la montaña a recibir la ley del reino, Jesús quiere grabarla sobre tu corazón. (Canto y Fe Nº 202)                                                     

Osmar Lessing

Hebreos 12,1–11

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