Yo te pido que me des un corazón con mucho entendimiento para gobernar a tu pueblo y discernir lo bueno de lo malo. Porque, ¿quién es capaz de gobernar un pueblo tan grande?

1 Reyes 3,9 (RVC)

Hoy, luego de mucho tiempo, estoy escuchando música clásica combinada con sonidos de la naturaleza y es realmente algo muy bello. Lo que suena ahora son sonatas de Mozart y mientras la música combina exquisitamente ascensos y descensos, una sensación de alegría inunda el ambiente. Mozart es uno de los más extraordinarios músicos conocidos quien comenzó desde muy niño a componer obras y sinfonías. Recibió un don magnífico que le permitió realizar composiciones que todavía hoy despiertan admiración.

En ese sentido existen paralelos con Salomón quien desde pequeño debió afrontar la ardua tarea de ser rey del pueblo de Israel. En este pasaje de 1 Reyes se narra un sueño de Salomón al comienzo de su reinado mientras estaba de campamento ofreciendo sacrificios a Dios en Gabaón. Dios mismo se le revela en el sueño y le ofrece elegir lo que desee. Es ahí cuando Salomón pide un corazón con mucho entendimiento para discernir lo bueno de lo malo. Solicita un gran don, y cada don engendra una responsabilidad, y si el don es grande la responsabilidad es mucho mayor. Dice el texto que Dios se alegró con la petición de Salomón.

Muchas veces también nosotros esperamos que los gobernantes tengan discernimiento y sabiduría. Pero la sabiduría que es el arte de combinar la vida con el saber vivir es escasa y representa un trabajo permanente. El comienzo de Salomón fue bueno pero con el tiempo su vida contradijo netamente la postura expresada en el sueño. Las grandes obras de Salomón no pueden tapar sus caídas: la esclavitud a la que sometió a su pueblo y el orgullo de confiar en su discernimiento más que en Dios. Salomón perdió la medida, al dejar de lado la humildad, compañera necesaria de la sabiduría. Mozart por su parte logró cosas increíbles con su genio musical pero no logró la sabiduría para vivir bien.

¿Qué música hacemos con nuestra vida? ¿Cómo dejar que Dios guíe nuestros pasos?

Juan Carlos Wagner

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