“Yo soy el alfa y la omega”, dice el Señor, el Dios todopoderoso, el que es y era y ha de venir.

Apocalipsis 1,8

¿Cuántas veces hemos sentido en nuestras vidas momentos de debilidad y fragilidad? ¿Cuántas veces hemos vivido acontecimientos frente a los cuales quedábamos sin respuestas ante las dificultades que se nos presentaban? Quizás han sido varios los momentos donde la preocupación y el dolor se han hecho presentes. Quizás han sido unas cuantas las veces en que no veíamos un camino seguro por delante. En esos instantes de mayor debilidad y fragilidad en nuestras vidas, esos instantes en donde nuestras propias fuerzas parecieran no haber bastado, justo allí, ha venido hacia nosotros y nosotras la fortaleza que nos viene de lo alto para sostener nuestro caminar. En cada uno de esos acontecimientos frente a los cuales nos hemos sentido superados, o, la angustia y desazón han sobrevenido, ha surgido el recuerdo de saber que ha sido en nuestra debilidad, o, precisamente gracias a ella, que hemos podido reconocer mediante la fe tener en Dios al sustentador y dador de nuestras vidas. Este Dios quien es principio y fin, nos toma entre sus manos y obra en nosotros conforme a su amor y misericordia. Así como el gesto salvífico de Dios se ha hecho presente ayer, se hará presente nuevamente hoy y siempre. Nuestra certeza es que el reino que se ha manifestado en Cristo será una realidad al final de los tiempos. Quiera el Señor que podamos ser testigos de ese reino para que todos los hombres y mujeres conozcan el mensaje de salvación y vengan al conocimiento de la verdad mediante nuestro testimonio, aquí y ahora.

David Juan Cirigliano

Apocalipsis 1,1-8

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