Cuando entró a donde ella estaba, dijo: “¡Te saludo, muy favorecida! El Señor está contigo.”

Lucas 1,28

Doña Ema tiene en su patio varias gallinas y también algunos gallos. Entre ellos está Pepo, que en ocasiones maltrataba a las demás aves del corral. Algunas veces era tanta su saña, que terminaba lastimando y haciendo sangrar a los más débiles. Doña Ema observaba esa situación con preocupación y al final hasta con rabia. Pasó el tiempo y un día decidió atar a Pepo, el gallo violento, para ver si de esa manera aprendía la lección.

Para sorpresa de la mujer, cuando eso sucedió, los demás gallos y gallinas, que habían sido sus víctimas, se fueron turnando, de a uno, para hacerle compañía al lado del poste del gallinero. Más allá de todo, los demás no lo abandonaron.

Sentir el favor de Dios es entender que a pesar de permanecer bajo el yugo y la soledad; la bondad de Dios no se aleja de nosotros. Pepo lo supo de la manera más bonita, luego de haber sido el verdugo de sus compañeros de corral.

María lo supo, cuando descubrió la voz de Dios que le relató cuán favorecida era, mujer sencilla, trabajadora, pobre, una de las tantas madres adolescentes de la Galilea del tiempo de Jesús.

El rostro de Dios no se apartó de ella, no sólo porque daría a luz a Jesús, sino porque el Creador ama la sencillez y los corazones sinceros, el de la joven morena que dio a luz a Jesús, pero también el tuyo y el nuestro.

Eugenio Albrecht

Lucas 1,26-28

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