Sacúdete el polvo; levántate y siéntate… suelta las ataduras de tu cuello.

Isaías 52,2

Juan andaba angustiado y quebrantado, durante muchos años su vida no era como se la había imaginado y proyectado. Se sintió como un prisionero de las circunstancias, tanto en su trabajo como en su vida privada. Y también en su vida espiritual estuvo como estancado, todo había llegado a ser una rutina sin vida. Pero un día hizo un alto en el camino, decidido a que las cosas cambiaran para bien, por fin, para él.

Siempre había sido un hombre de fe, por tanto, oró a Dios, y encontró este texto de Isaías con el cual se sintió identificado. ¡Levántate, sacúdete el polvo! ¡Quítate el yugo!

De pronto entendió que Dios tenía un plan para él, que lo quería li-berar, no porque él se lo hubiera ganado, sino como regalo inmerecido. Oró fervientemente, aceptó el regalo de Dios, y efectivamente, las cosas empezaron a cambiar.

Mañana será Nochebuena. Dios nos regala a su Hijo. Él quiere nuestra salvación. Él mismo viene a nuestro mundo a dar libertad a los que creen en él, abriendo la puerta de nuestra prisión, nos ofrece una vida en abundancia. Qué buena oportunidad para nosotros para levantarnos y sacudirnos el polvo, romper las cadenas que nos atan a mil cosas. ¡No nos quedemos sentados en nuestra cárcel; demos el primer paso!

Mañana recordaremos el nacimiento de Emanuel, del Hijo de Dios, de Jesús, el Redentor. La salvación está a nuestro alcance. ¡Qué mejor ocasión de recibirlo liberados de ataduras, sin odios ni rencores!

Dejemos que nazca en nuestros corazones para que pueda iniciar desde su nacimiento su obra redentora en nosotros.

Luisa Krug

Isaías 51,17-52,6

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