La violencia aparece y produce maldad. Pero ellos no lograrán nada con sus riquezas y su griterío. No hay en ellos nada de valor.

Ezequiel 7,11

 El pueblo de Israel nuevamente ha desviado el camino, se ha alejado del Señor. Una vez más es Dios quien se acerca a través del profeta, para hacerles ver quién es él. Una vez más les da la oportunidad de cambiar de actitud, de mejorar, de reconocer quién es el verdadero Señor. Parecería que el Padre amante de su pueblo, se cansó.

-¡No los aguanto más!

-¡Les he dicho una y otra vez que cambien! – grita el Señor, por la boca del profeta.

Las palabras de Ezequiel dichas desde el exilio son para recordar las atrocidades cometidas, para hacer que su pueblo tome conciencia, para que no repitan la historia y, de esta manera, prepara el regreso a la tierra prometida con una esperanza renovada.

Pero Israel no escuchó la voz del profeta, no cambió de actitud; entonces, Jerusalén fue destruida y sus habitantes fueron exiliados a Babilonia.

El Padre se muestra enojado con sus hijos, pero sabemos por Jesucristo que es un Dios de amor y misericordia, un Dios que trata de llamarnos la atención y que ante nuestro arrepentimiento se muestra misericordioso y amoroso.

También en nuestra época, y en todas las épocas, la violencia, el griterío y la acumulación de riqueza han hecho que las personas pierdan el camino. Una y otra vez el Señor nos invita a ser mejores, a pensar en el prójimo, a amar y ayudar a quienes nos necesitan.

Tu fidelidad es grande. Tu fidelidad incomparable es. Nadie como tú, bendito Dios, grande es tu fidelidad. (Canto y Fe Nº 427)

Lucía Doti

Ezequiel 3,12-21

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print