Ni una sola palabra quedó sin cumplirse de todas las buenas promesas que el Señor había hecho a los israelitas.

Josué 21,45

¡Qué lindo es llegar al templo y que te reciban con una sonrisa! Ver el altar prolijamente adecuado, los antependios o paramentos… las flores hermosas… los elementos de la Santa Cena…
O de repente faltó algo y hay alguien que corre a buscarlo, o solucionar tal o cual cosa… o que sabe donde está qué papel, o qué cosa en la sacristía, o en la oficina de la parroquia…
El pasto bien cortado… y la iglesia bien barrida. Y seguramente tantas otras tareas.
Quienes realizan todo esto dedican mucho tiempo, sacrifican horas y horas para la iglesia, y no solo horas sacrificadas, sino también la familia, el bolsillo, alguna salida postergada…
Y en el corazón la satisfacción de servir a Dios y a la iglesia. Y, seamos sinceros, cuántas veces son ignorados o no les agradecemos su trabajo. O celebramos un día del colaborador parroquial, o el sacristán o el nombre que reciba en cada lugar. Gracias a ellos encontramos el templo embellecido para celebrar la presencia de Dios. Vaya a cada uno de ellos este pequeño homenaje y reconocimiento.
En la época de Josué eran los levitas, los descendientes de Leví, el tercer hijo de Jacob, los que hacían el trabajo de servir en los templos. No habían recibido tierras y ciudades como las demás tribus de Israel. Por eso nos cuenta este capítulo que fueron a pedirle a Josué lugares donde vivir y fueron distribuidos a lo largo de todo el territorio para que en todos lados haya, como en nuestras congregaciones, personas dispuestas a servir en los templos.
Ellos no estaban preocupados por tener tierras y propiedades, solo querían un lugar desde donde podían servir a Dios. El poseer no era su primera preocupación sino que lo era servir.
Y en ese servir a Dios, siéndole fiel a él es que Dios mismo cumple su promesa de fidelidad.
Gracias Señor por los muchos que siempre están dispuestos a servirte fielmente, así como tú eres fiel a tus promesas. Bendice a todos y a cada uno de los servidores de tu iglesia. Amén.

Pablo Münter

Josué 21,1-3.41-45

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