Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y cuenta a los que adoran en él.

Apocalipsis 11,1

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Juan, el autor del Apocalipsis, no está haciendo un llamado a un sectarismo religioso sino que debemos tener en cuenta que la división religiosa y social ya estaba instalada. El templo de Jerusalén había sido destruido por los romanos y este imperio no toleraba la ausencia de la veneración a la estatua del emperador hacia fines del siglo I, cuando se escribe este libro. Con esta información debemos comprender parte del trasfondo del Apocalipsis. El lenguaje utilizado tiene códigos secretos que solamente podían ser entendidos por los cristianos, particularmente los establecidos en Asia Menor.

El llamado del Apocalipsis es entonces una exhortación a la unidad cristiana y a la perseverancia en medio de las persecuciones.

En su visión, Juan recibe de Dios la exhortación a medir el nuevo templo y su altar, adonde llegarán los fieles que superaron todas las adversidades. De lo que ellos estaban seguros es que Dios derramaba su gracia sobre sus vidas.

Cuando vemos que la amenaza externa es inminente, y para que nuestra fe en Dios no decaiga, debemos fortalecernos. ¿Frente a qué tipo de amenazas? Por ejemplo, con respecto a los fundamentalismos ideológicos, teológicos y políticos. Y nos fortalecemos en el compartir la misma fe y en el encuentro y en el diálogo con escuchas desde el corazón. La fortaleza espiritual de la fe se puede combinar con el respeto al prójimo en medio de las diferencias de todo tipo.

Por eso me animo a exhortarlos en esta jornada a unir nuestras fuerzas y oraciones, porque sólo así podremos dar un testimonio coherente de amor y justicia como cristianos y cristianas en el medio en el que nos toca vivir.

Wilma E. Rommel

Apocalipsis 11,1-2

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