Los apóstoles pidieron al Señor: “Danos más fe.”

Lucas 17,5

¿Cómo podemos definir la fe? Muchas veces nos encontramos con personas que comparten otros ámbitos, otros mundos donde la fe en Dios, la vida de la Iglesia no forman parte de su vida cotidiana. A nosotros, que nos creemos personas de fe, ¿que nos distingue? La alegría, la bondad, la solidaridad, el compromiso con el otro, con la otra, sin preguntar quién es, dónde vive, en qué trabaja, etc.

Manifestamos nuestra fe en el cantar con fuerza, en la participación activa en la vida de la Comunidad, en el decir al otro: “mirá… hoy no fue un buen día… pero siempre hay una nueva esperanza, siempre es posible salir, vení vamos a casa, o dame tu mano y oremos, o vení el domingo al culto…”

¿Cuántas veces hicimos esto con alguien que no es de la familia y/o de la Iglesia? ¿Estamos dispuestos a recibir más fe para transmitirla y contagiar? ¿Es esto último lo que nos distingue como personas de fe?

Nuestra fe no puede ser cualquier fe. La nuestra es la que surge de la cruz de Cristo y su resurrección. Después de la muerte hay nueva vida, después del dolor viene la alegría, después de la destrucción y el fracaso llegan nuevas fuerzas para hacer lo nuevo. Esa fe debería estar viva en la iglesia y en cada una de nuestras acciones.

Señor, que nuestra fe sea para el testimonio de tu amor, de un mundo donde la justicia, la alegría y la risa sean lo cotidiano. Fe que nos hace decir cada día: Venga tu reino. Amén.

Norma B. Hermann

Lucas 17 ,1-10

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