Luego, el Ángel (=Señor), me llamó para decirme: “Mira a los que se dirigen al norte: ellos harán que mi espíritu descanse en el país del norte.”

Zacarías 6,8

Cuando dejamos de confiar en Dios y ya no esperamos nada de él, podemos caer en la resignación.

La última visión muestra con imágenes dinámicas que después del cautiverio Dios creará lo nuevo.

Zacarías interpreta que los carros tirados por caballos dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales son como medios de transporte del Espíritu de Dios, poder de la vida, sin el cual -como por falta de aire- dejamos de vivir. Dependemos del hecho de que Dios nos regale la existencia e intervenga para renovarnos y ponernos en movimiento. 

Como ya dijimos ayer, muchos ya habían regresado; pero en un momento dado se detuvo el proceso. Nadie hizo algo para que el movimiento continuara y que colaborara en la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén.

En medio de ese estado de cosas el profeta anuncia lo visto. Los caballos negros que se detienen en el norte de Babilonia indican que el Espíritu actuará para movilizar a quienes siguen paralizados en cautiverio.

En la etapa del nuevo comienzo, el pueblo debe juntar fuerzas para dar testimonio ante el mundo acerca del reino de Dios y su justicia.

Nos incluimos en ese testimonio y  pedimos:

Ven, oh tú que haces nuevos los sistemas de pensar; que a las letras das sentido y que amplías la visión. Ven y toca a nuestro mundo, tierra seca de dolor. En el valle de la muerte sopla vida y amor. (Canto y Fe Nº 77,1)

Rodolfo R. Reinich

Zacarías 6,1-8

 

 

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