Dichosos los que procuran la paz, pues Dios los llamará hijos suyos.

Mateo 5, 9

No solamente las guerras amenazan la paz. Tenemos la sensación de que éstas suceden allá lejos, en otros países, y que por eso no nos afec-tan. Sin embargo, hay situaciones más cercanas que también perturban la paz. Los medios de comunicación muestran a diario la presencia de la violencia en todas sus expresiones y formas. Existe violencia física, pero también verbal y moral. En las calles hay personas que amenazan a otras con el fin de arrebatarles una billetera o un celular, pasajeros que hieren al conductor de un colectivo para robarle la recaudación, bestias humanas que cometen toda clase de abusos, y tantas otras situaciones tristes y dolorosas.

Jesús, en el sermón del monte, en la serie de bienaventuranzas que encontramos en los evangelios, cuando habla de procurar la paz, no pro-pone una actitud sumisa y pasiva, de quien permanece en silencio o mira hacia otro lado.

Recuerdo que cuando era niño escuchaba la advertencia: “El silencio es también una respuesta”. Pero con el tiempo fui descubriendo que no todo silencio es bueno. Hay silencios cobardes y cómplices frente a las injusticias y a la violencia.

La palabra que Jesús utiliza puede ser traducida por “los que procuran la paz”, pero también por “los pacificadores”, “los que trabajan por la paz”, o “los hacedores de la paz”. La paz no se logra esperando simplemente con los brazos cruzados que los conflictos se resuelvan como por arte de magia. La paz es fruto de la justicia. Por eso es necesario que actuemos donde vemos que hay violencia, desigualdad e injusticia para revertir estas situaciones que se oponen a la paz. A veces nuestra acción a favor de la paz puede provocar conflictos, pues chocaremos con los intereses de quienes se benefician con la corrupción. Pero sabemos que Dios, quien ama la paz y nos envía a promoverla, nos declarará hijos suyos y dichosos.

Hazme un instrumento de tu paz; que donde haya odio ponga amor; en donde haya injuria tu perdón, y donde haya duda, fe en ti… (Canto y Fe Nº 297)

Bernardo Raúl Spretz

Mateo 5,1-12

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