“Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos?” El maestro de la ley contestó: “El que tuvo compasión de él.” Jesús le dijo: “Pues ve y haz tú lo mismo.”

Lucas 10,36-37

Un maestro de la ley pregunta a Jesús: “¿y quién es mi prójimo?” Jesús no responde, sino que le cuenta una historia, una parábola. De esta manera hará que el maestro de la ley encuentre su propia respuesta en ese relato.

Jesús nos hace pensar, pero por sobre todo intenta ponernos en el lugar del otro, de la otra. Desde ese sitio podemos darnos cuenta quién es nuestro prójimo. Y desde la compasión (sufrir con el/la otro/a), podemos volvernos prójimos.

En este sentido creo que no es fácil volvernos prójimos, pues eso implica poner nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestro tiempo. Y en la vorágine que vivimos cotidianamente: ¿cuántas veces hacemos una pausa por alguien que necesita ayuda? En ocasiones hasta pensamos: a mí nadie me ayudó ni me ayuda nunca.

El egoísmo y el individualismo son los que alimentan a esta sociedad y sistema social y económico. Sólo soy yo.

Es cuando podemos ponernos en el lugar del otro, de la otra, sufrir y caminar juntos, que se nos hace posible romper nuestro esquema triunfalista y egoísta, para pasar a ser comunidad. Ahí, en ese encuentro con el que se vuelve mi prójimo, también encuentro la presencia del Resucitado.

Su amor nos impulsa a ir hacia el/la necesitado/a, para que al volver lo hagamos sabiendo que en la compasión dejamos de ser sólo individuos, para ser comunidad.

Joel A. Nagel

Lucas 10,25-37

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