Uno de los ancianos me dijo: No llores más, pues el León de la tribu de Judá, el retoño de David, ha vencido y puede abrir el rollo y romper los siete sellos”

Apocalipsis 5,5

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Sin duda hay que hacer un gran esfuerzo para visualizar las imágenes que Juan nos describe. No debemos olvidarnos que según 1:10 quedó bajo el poder del Espíritu (cayó en éxtasis).

El capítulo 5 comienza diciendo que Dios tiene en su mano un libro (un rollo hecho de papiro) y que estaba escrito en ambos lados. Probablemente era un texto extenso. Y además estaba sellado con 7 sellos. Tal vez porque encerraba algo importante (secreto) y los siete sellos le daban seguridad e importancia como para que permanezca cerrado.

¿Qué contenía ese rollo?

No lo sabemos. Quizás disposiciones de Dios, o decretos, o anticipos de lo que va a suceder en el futuro…

Y Juan ve además a un ángel gritando con voz muy fuerte ¿Quién es digno de abrir el rollo y romper sus sellos? Y aparentemente no había nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra que sea digno como para abrir el rollo.

Y es por eso que Juan llora amargamente. Llora porque no había nadie lo suficientemente honesto y honrado para que Dios le revele sus misterios, sus secretos, sus propósitos. Y tal vez tampoco había nadie dispuesto a recibir eso tan importante que Dios quería revelar. Hombres y mujeres sensibles a la voz de Dios, dispuestos a escuchar y poner en práctica el plan que nuestro buen Padre tiene para la humanidad.

Y aquí es donde aparece el anciano para anunciarle una buena noticia: “No llores” le dice. Hay alguien que puede abrir el rollo y romper los sellos. Alguien que ha vencido a la muerte. Ese es Jesús, el león de Judá, el hijo de David. Dos grandes títulos dados al Mesías esperado en el Antiguo Testamento.

Y ese “No llores” son palabras que Jesús usa para consolar a la viuda de Naín cuando llora la muerte de su hijo (Lucas 7,13) o cuando se dirige a la familia de Jairo al pensar que su pequeña estaba muerta. (Lucas 8,52)

“No llores”. La muerte ha sido vencida. La voz consoladora de nuestro Señor sigue resonando. ¡Y esa es una Buena Noticia! Amén.    

Stella Maris Frizs   Apocalipsis 5,1-5

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