Vino otro ángel que se ubicó junto al altar con un incensario de oro y recibió una gran cantidad de perfumes, para ofrecerlos junto con la oración de todos los Santos, sobre el altar de oro que está delante del trono.

Apocalipsis 8,3

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Usualmente en los momentos de devoción me gusta ambientar el lugar colocando un poco de perfume como un elemento más dentro de la oración. Así también encender en mi casa un pequeño hornito con aceites aromáticos. Es un modo de recordar mi vocación cristiana tal como dice el apóstol Pablo: nosotros somos la fragancia de Cristo al servicio de Dios, tanto entre los que se salvan como entre los que se pierden. (2 Corintios 2,15)

Si piensas en esta imagen verás que el “buen aroma” es una hermosa forma de describir nuestra identidad cristiana.

Tiene varias cualidades que hace de nuestra vida ¡todo un programa a desarrollar! El buen aroma penetra en donde sea, se hace presente aun a la distancia del lugar de donde se genera. Se puede encender una vela aromática en un punto de la casa y toda la casa se llena de fragancia; cada quien puede usar un perfume y dejar impregnado todo un lugar con el aroma y hasta la presencia de la persona se puede sentir aun después de que ya no esté en el lugar. Si el aroma es agradable se hace tan especial despertando los sentidos de quien lo percibe. El aroma no tiene barreras, pues así como se huele de lejos una rica comida o el aroma a pan caliente…, así llega y penetra, inunda y completa aun desde lejos. ¡Así nuestra vocación cristiana! Llenamos el mundo y las vidas de quienes nos rodean de suave fragancia que inunda de placer a quien está con nosotros. Que el buen aroma de Cristo inunde el mundo entero y abra las puertas del alma a quienes nos reciban y sea como incienso en presencia de Dios nuestra vida vivida a pleno.

Sergio López

Apocalipsis 8,1-5

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