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Jesús le dijo: -Tampoco yo te condeno, ahora, vete y no vuelvas a pecar.

Juan 8,11

¡Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno! Emitimos continuamente juicios sobre los demás. A veces suena como una venganza, otras como un placer, otras, para tapar nuestras propias falencias, para no dar lugar a que tengamos que arrepentirnos de nuestras acciones y pedir disculpas. Acto que nos hace sentir humillados en muchas oportunidades.

Sabido es que todos cometemos errores, y nuestros juicios no siempre colaboran en corregirnos a nosotros mismos, ni a nuestro hermano. Al contrario, sólo lo dañan, poniéndole una etiqueta “has errado”.

Jesús nos da una gran lección. Los maestros de la ley y los fariseos no se animaron a tirar piedra alguna, cuando Jesús ordena: –Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.

Jesús mismo libera a la prostituta de su carga, le regala la libertad de esa mochila pesada que es la culpa. ¿Por qué hemos de poner nosotros en tela de juicio las acciones de los demás?

Oportuno es recordar las palabras de Pablo en Romanos 3,23 y 25: Todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios. Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento de perdón. Este perdón se alcanza por la fe.

No obstante, Jesús ordena a la prostituta que no vuelva a pecar, llamándola a un cambio de vida, a un renacer. Esta es la actitud que debemos copiar, hablar a solas con nuestro hermano, para hacerle ver la elección equivocada, sin enjuiciar, criticar o humillar.

El apóstol Pablo dice a los romanos: Ámense sinceramente unos a otros. Aborrezcan lo malo y apéguense a lo bueno. (12,9)

Señor Dios, danos sabiduría para usar las palabras más apropiadas cuando nos acerquemos e interactuemos con nuestro prójimo. Amén.

Inés Schmidt

Juan 8,1-11

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