Les aseguro que no volveré a beber del producto de la vid, hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.

Marcos 14,25

En la preparación de Jesús para su muerte nos encontramos con una cena, de Pascua en concreto. Jesús explica, a los discípulos, con quién se van a encontrar para conseguir el espacio de reunión que necesitan, y así sucede exactamente. Esto nos muestra que en este camino hacia su muerte los acontecimientos están divinamente dirigidos.

Sin embargo, al sentarse a la mesa, Jesús retoma el tema de la traición. “Les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me va a traicionar”. Aunque ya sabemos quién es, los discípulos, que eran los interlocutores de Jesús en ese momento, no lo sabían. “Es uno de los doce”, les dice. Marcos, a lo largo de su evangelio, muestra a los discípulos con sus fallas. Por ejemplo, no entienden las parábolas de Jesús y necesitan explicación; aquí, uno de ellos lo traicionará. Y aunque la muerte del “Hijo de Hombre” es inevitable, el que toma la decisión de ayudar a entregarlo a la muerte tendrá su juicio, dice Jesús.

En medio de estas tristes palabras, Marcos nos recuerda que en esa misma cena el Señor Jesús también nos mostró que esta amargura llevaría un buen fruto. Donde sea que nos reunamos, recordaremos, a través de una mesa compartida, las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en su última cena sobre el significado de su muerte: “Esto es mi sangre, con la que se confirma la alianza, sangre que es derramada en favor de muchos”. Jesús espera compartir de nuevo una cena con todos nosotros en su Reino.

Fiesta tras fiesta pasarán así, pero, aunque pasen, anunciando están el gran banquete del glorioso fin en el eterno reino celestial. (Canto y Fe No 146)

Octavio M. Burgoa

Marcos 14,12-26

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