…y así lo consagró…

Levítico 8,10

El texto de reflexión indicado para hoy nos narra cómo Moisés “consagró” a Aarón y sus hijos para el sacerdocio, y cómo “consagra” el altar y otros utensilios usados en las celebraciones.

Pensemos unos instantes acerca de la palabra “consagrar” que según el diccionario significa “hacer de algo o alguien algo sagrado”. Y “sagrado” es aquello “que inspira respeto y admiración y suele estar relacionado con lo divino”. Así, consagrar a alguien o algo es ponerlo en un lugar de admiración y respeto porque es digno de confianza…

Estamos transitando la época de Cuaresma y por ello somos invitados a pensar en aquello que Dios, a través de Jesús, ha hecho por y para nosotros y, en ese caminar, redescubrir una vez más que él en Cristo Jesús nos ha consagrado a todos, nos ha hecho personas de confianza. Hizo de nosotros alguien especial, alguien que tiene mucho para dar y ofrecer. Con la muerte y resurrección de Cristo Dios nos consagra y hace de nosotros algo digno de respeto, algo santo, algo consagrado…

Su palabra nos recuerda que somos una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa.  Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes Dios no les tenía compasión, pero ahora les tiene compasión. (1 Pedro 2,9-10)

Ayúdanos, Señor, a serte fieles, a vivir como pueblo tuyo que va en busca del amor proclamando esperanza y reconciliación. Amén.

Ricardo Becker

Levítico 8,1-13

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