Que no hablen mal de nadie, que sean pacíficos y bondadosos, y que se muestren humildes de corazón en su trato con todos.

Tito 3,2

En una reunión social, hace algún tiempo atrás, compartíamos recuerdos sobre aquello que nuestros mayores nos habían aconsejado con el objetivo de ayudarnos a encaminarnos en la vida. Un padre había exhortado a su hijo a siempre defender la empresa familiar que con tanto esfuerzo habían montado. Una anciana había insistido en que nunca dejáramos de orar. Paula no se había cansado de desearles a sus hijos que sean felices y que encuentren el amor de su vida. Y así seguimos, recordando con cariño a quienes nos habían orientado en la vida.

Pablo no menciona nada de todo esto en su larga lista de deberes de los creyentes. Nada de porvenir laboral, personal o familiar sino la exhortación a cuidar las relaciones con nuestros pares: a no hablar mal de nadie, a ser pacíficos y bondadosos, a mostrarnos humildes de corazón en el trato con todos. ¡Cómo si nos hubiera conocido! ¡Cómo si hubiera sabido cuánto nos cuesta ver, sentir, pensar y actuar más allá de nuestro propio beneficio y poner el bien común por encima del propio!

Por supuesto, no debemos permitir que el mundo gratuitamente nos pase por arriba. Y por supuesto, sólo es posible construir la paz sobre la base de la verdad y la justicia. Pero si lográsemos cuidar un poco más nuestras palabras, ser más humildes en nuestro pensar, bondadosos en nuestro sentir y generosos en nuestro actuar, nuestro mundo, quizás, estaría un poco mejor.

Busquemos todo lo que conduce a la paz; con ello podremos ayudarnos unos a otros a crecer espiritualmente. (Romanos 14,19)

Annedore Venhaus

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print