Pero ellos no hicieron caso, sino que fueron tan tercos como sus antepasados, los cuales no confiaron en el Señor su Dios.

2 Reyes 17,14

2 Reyes se presenta como un espejo ante el cual debemos reconsiderar nuestras acciones que como pueblo han provocado la ira de nuestro Señor. Y se desprende que la violencia y la inestabilidad política fueron una característica casi constante en el reino del Norte, Israel. No podemos decir que las cosas hayan cambiado demasiado, ¿verdad?

El año 2020 estuvo marcado entre otras cosas principalmente por un virus que tuvo en vilo al mundo y puso a prueba una vez más nuestra capacidad de amar al prójimo.

En reiteradas ocasiones me asombra la increíble incapacidad de los seres humanos para ser felices juntos. Para cuidarnos, escucharnos, comprendernos y amarnos. Los medios y las redes sociales, nos ahogan con una dosis diaria de violencia e insensateces. A su modo, cada uno pretende ser un mantenedor de la paz, un profeta de un mundo mejor. Pero nadie parece dispuesto a perdonar, a hacer las paces, a corregirse a sí mismo. Todo el mundo quiere juzgar, acusar, encontrar responsables y tener la razón.

¿Por qué no probamos hacer en nosotros un poco de silencio para buscar el Espíritu de Dios, la luz y el amor? Si confiamos en Él en lugar de despreciar sus leyes y Él comienza a habitar y a trabajar en nuestro corazón, recogeremos también los frutos. Frutos deliciosos llamados amor, alegría, paz, paciencia, sencillez, paciencia, bondad… y tantos más.

Tengo sed de ti, oh fuente del amor. Tengo sed de ti, tu amor es libertad. (Blessthe Lord-Canto del cancionero de la comunidad de Taizé)

Clara Meierhold

2 Reyes 17,1-23

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