Ahora ustedes desprecian a su Dios, que los ha librado de todos sus problemas y aflicciones, y lo han rechazado al pedir que les ponga un rey que los gobierne. Por lo tanto, preséntense ahora delante del Señor por tribus y clanes.

1 Samuel 10,19

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Como un buen padre con su hijo, el Señor es claro con su pueblo, es fiel, busca lo mejor, lo defiende. Así lo hizo cuando eran esclavos en Egipto y vuelve a recordárselo en el versículo anterior a éste. “Yo saqué de Egipto a ustedes los israelitas, y los libré del poder de los egipcios y de todos los reinos que los oprimían”. Pero también como un buen padre respeta la libertad de su hijo y además lo acompaña en su elección.

La idea de la monarquía absoluta, con pretendido derecho divino y sueños de eternidad, estaba impuesta en el mundo antiguo. El pedido de Israel se fundamenta precisamente en que los demás pueblos tienen rey, y ellos no. Y los demás pueblos son poderosos.

La idea de alguien que sea dueño de la vida de sus súbditos, de sus pertenencias, de su trabajo y hasta de sus familias, es inaceptable en el plan de Dios.

Pero el respeto de la libertad que él dio a sus hijos, está por encima de toda discusión. Y el respeto amoroso no concibe el abandono en este nuevo camino, sino su acompañamiento.

Frente a cada uno de nosotros el Señor ha puesto la posibilidad de caminos a elegir. No siempre nuestra elección es correcta. A veces es equivocada a sólo fuerza de testarudez. A veces incluso implica la negación de Dios y su propósito para nosotros. Aun así podemos estar seguros de que sea cual fuere nuestro camino, él camina con nosotros, y por eso el cambio es posible.

Oscar Geymonat

 

1 Samuel 10,17-27

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