Esperábamos la luz, y no hay más que oscuridad; esperábamos la claridad, y andamos en tinieblas.

Isaías 59,9

El texto de hoy parece desesperanzador, pero es una crítica en retrospectiva sobre distintas actitudes que el pueblo tenía en ese tiempo.

Miles de años después, nosotros podríamos tener la misma actitud crítica frente a lo que hacemos y lo que dejamos de hacer.

Dios nunca se aleja de nosotros, camina a nuestro lado. Y, sin em-bargo, nuestra tendencia suele estar orientada a rechazar la propuesta que Él nos hace de cambiar nuestra forma de vivir y de encarnar su Evangelio de amor y resurrección.

Es por eso que, esperando la luz, podemos creer que sólo hay oscuridad, que caminamos en medio de las tinieblas. En parte es así, y lo seguirá siendo en la medida en que no recordemos que la luz viene al mundo constantemente en Cristo.

En Jesucristo, la promesa de Dios se vuelve realidad y el espiral de violencia, muerte destrucción y oscuridad, termina para siempre. Sólo debemos creerlo y, en esa fe, vivir cotidianamente para que la desesperanza se transforme en una espera activa de Aquél que trae luz y vida plena.

Aunque el tiempo se presente muy difícil y se aumente entre nosotros la aflicción, que no caiga la esperanza, hermana mía, ni se apague la luz del reino de Dios. (Canto y Fe N° 237)

Joel A. Nagel

Isaías 59,1-15a

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