Dios esté con nosotros así como estuvo con nuestros antepasados.

1 Reyes 8,57

En una comunidad de fe tuve la oportunidad de charlar con un abuelo que tenía sus años, pero también la memoria. Él contaba que cuando era joven fue un trabajo inmenso cuando estaban construyendo la iglesia. Todos los miembros de la comunidad participaban activamente con lo que podían, algunos con dinero y otros aportaban con su tiempo y mucho esfuerzo para levantar las paredes de la iglesia. “Pero hoy me siento desilusionado. Después de tanto esfuerzo y sacrificio somos pocos, y la mayoría personas mayores que hemos invertido mucho para que las futuras generaciones tengan un espacio donde congregarse y tener comunión juntos y con Dios”.

La nueva generación dice: “¡Qué bárbaro lo que han hecho nuestros abuelos! ¿Cómo lo hicieron? ¿De dónde sacaron las fuerzas para todo esto?” Unos pocos recuerdan el aniversario de la inauguración y se realizan fiestas para reunir a todos aquellos que de una u otra manera conocen la obra que se hizo con fe y que en su inauguración fue dedicada a Dios para que su nombre y su voluntad sean visibles y tangibles en ese espacio. También se recuerda que en ese momento de alegría hay un corte: todo el pasado de sacrificio de las personas para construir el templo queda como ofrenda para Dios.

Ahora, que el Señor nuestro Dios esté con nosotros como estuvo con nuestros antepasados. Que no nos abandone ni nos deje, sino que incline nuestro corazón hacia Él para que en todo hagamos su voluntad. (1 Reyes 8,57-58a)

David Weiss

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