Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios del Oriente que se dedicaban al estudio de las estrellas,  y preguntaron:

—¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo

Mateo 2,1-2

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Sabiduría es entender y aprender a través del amor; es conocimiento y espiritualidad amalgamados. No se compra, se la gana.

Cuenta el Evangelio que, cuando Jesús nació, lo visitaron unos personajes extraños, venidos de tierras extrañas y que manejaban conocimientos extraños, no sólo sabían sobre el movimiento de las estrellas sino que también conocían los mensajes de los astros.

Su sabiduría les decía que era alguien importante, que había que ir a saludar, a honrar, por eso fueron al palacio, lugar de gente importante, como una cuestión de sentido común. Pero ahí nada se sabía.

Sin decepcionarse, la opción fue seguir la estrella, seguir la huella que los había traído hasta allí, confiar en la veracidad del mensaje, seguir observando hasta que estuvieron seguros… no por las apariencias, no por lo que era esperable, no por lo que ellos pensaban sino por el espíritu del mensaje.

Y allá fueron, a donde su profunda sabiduría los llevaba, y esa sabiduría fue la que les ayudó a poder ver más allá de la situación del establo, de las ropas, de lo “nadie” que eran María y José…, que ése era el bebé que debía ser adorado porque ellos eran esos

…  sabios del mundo que buscan señales,

que iniciaron su marcha camino a Belén,

hacia la verdad de una nueva luz

que al fin de la senda se hará sangre y cruz,  (Canto y Fe Nº 25)

Cristina La Motte

Mateo 2,1-12 

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