No olvides que también tú fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te dio libertad. Por eso ahora te doy esa orden. Deuteronomio 15,15

Esclavitud y libertad. En un mundo de personas libres se nos hace imposible pensar que alguien pueda ser esclavo… Eso es imposible, es inadmisible.

En la época en que se escribió el texto bíblico que nos lleva a la reflexión hoy, esto era un poco diferente. Era posible tener esclavos como también era posible volverse esclavo. Por eso, el autor del texto recuerda al pueblo que no se olviden que también alguna vez eran esclavos… Y ya casi como el anuncio de que la esclavitud  NO  es buena, resalta en el texto la idea de que al séptimo año el esclavo deberá quedar en libertad; y que si desea irse a trabajar a otro lugar, su amo le deberá dar de sus animales y cosas que haya podido producir; es decir, que deberá compartir con él los bienes que el Señor su Dios le haya dado. (v. 14)

Dar al esclavo de lo que es mío. Dar a otro de lo que tengo…

El texto, más allá de legislar sobre la esclavitud y cómo deberá ser la liberación de los esclavos, guarda en sí un concepto, una idea, pero por sobre todo, un desafío: reconocer que sin Dios nada hemos podido alcanzar; que lo que somos y tenemos, lo tenemos gracias a él.

Dios, ayúdame a ser agradecido, a reconocer que sin ti no soy nada, y enséñame a ser solidario. Amén.

Ricardo Becker

Deuteronomio 15,12-18

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