Aarón levantó sus manos sobre los israelitas y los bendijo, y después de haber presentado el sacrificio por el pecado, el holocausto y el sacrificio de reconciliación, se retiró del altar.

Levítico 9,22

Una vez más el relato bíblico nos hace ver minuciosamente la importancia de estar bien con Dios y con las demás personas. Conscientes de que las personas una y otra vez rompemos nuestra relación con nuestros semejantes y con Dios (pecamos), se legalizó la forma en que se accedería una y otra vez al perdón y a la reconciliación. De esta manera, el pueblo reconocía su debilidad y su dificultad de vivir acorde a la propuesta de Dios, consistente en el amor, libertad, justicia, verdad…

En este “ofrecer sacrificios” pareciera que el ser humano tiene la necesidad de hacer algo, desprenderse de algo para “dárselo a Dios” y sentir que así “cumplió” y quedó ya reconciliado. Parece ser que detrás de esta situación existe la idea de que con aquello que yo haga, puedo conseguir el perdón de Dios.

Lamentablemente, estas situaciones se han convertido sólo en un ejercicio externo. Sobre ello nos llama la atención el profeta Isaías: Aprendan a hacer el bien, esfuércense en hacer lo que es justo, ayuden al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan los derechos de la viuda. (Isaías  1,11-17)

Sabemos que desde la venida de Cristo a nuestro encuentro, Dios vuelve a tomar la iniciativa para reconciliarse definitivamente con la humanidad, cuando todavía éramos sus enemigos, nos reconcilió consigo mismo mediante la muerte de su Hijo…  pues por Cristo hemos recibido ahora la reconciliación. (Romanos 5,1-11)

Dios te bendiga en este día para que puedas sentir en tu vida esa reconciliación.

Ricardo Becker

Levítico 9,1-24

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