Pues aunque ustedes, como cristianos, tengan diez mil instructores, padres no tienen muchos. Padre de ustedes soy yo, pues les anuncié el evangelio por el cual quedaron incorporados a Cristo Jesús. Así pues, les ruego que sigan mi ejemplo.

1 Corintios 4,15-16

La soberbia había invadido la comunidad de Corinto donde pensaban ya no necesitar de Pablo, su ejemplo de vida y sus preciosas enseñanzas. Por ello Pablo les ruega a los Corintios que sigan su ejemplo, que fue quien los incorporó a Cristo Jesús.

¿Cómo lidiamos con la soberbia? La única forma de evitar la soberbia es practicando la humildad, la tolerancia, el amor fraternal y la unidad en Cristo. Jesús nos exhorta en Mateo 11,29-30: “Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros.”

La soberbia al igual que la maleza del jardín pugna por crecer más que el césped, por lo cual la tarea es ir arrancándola y cortándola de nuestra vida. Para que no nos lleve a perder la consagración al Padre y el regalo más precioso de su amor y salvación. El adversario de nuestro Dios nos ha estudiado y conoce cuándo y dónde tentarnos, por ello debemos estar atentos, para saber cuándo, dónde y por qué caemos bajo el influjo del veneno de la soberbia. Que la paz y la humildad que provienen de nuestro Señor Jesús nos cubra y proteja de la influencia de la soberbia. Sepamos amarnos con amor sincero, de la misma manera que nuestro Padre nos ama y muestra su fidelidad día a día.

Fabián Pagel

1 Corintios 4,14-21

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