Jesús se conmovió en espíritu, y declaró: “De cierto, de cierto les digo, que uno de ustedes me va a entregar.”

Juan 13,21

Era la última cena que Jesús y sus discípulos compartían. Celebraban la pascua pero no había espíritu festivo entre ellos. En el ambiente se respiraba ese aire pesado que generan las despedidas.

Jesús se conmovió. Había llegado el momento de que Judas terminara su trabajo y ante el dolor (el dolor de la traición) Jesús le pidió: lo que vas a hacer, hazlo pronto. (Juan 13,27)

Las traiciones pueden durar sólo un instante, pero sus consecuencias pueden cambiar nuestras vidas por completo.

Judas no pudo soportarlo: se quitó la vida.

Jesús pagó las consecuencias: le quitaron la vida.

La traición es un signo de muerte. No hacen falta armas para matar. Nuestras acciones pueden tener la misma fuerza que un arma. ¡Cuántas personas deambulan como muertas en vida a causa de una traición!

Lo triste es cuando en nuestras comunidades de fe se viven traiciones, donde todos son puestos en duda y quedan bajo la lupa hasta que la verdad sale a la luz.

Esto nos desgasta, y Jesús se sigue conmoviendo y nos llama a repensarnos. Porque donde él está hay vida plena y eterna y no hay lugar para la muerte.

Cuando Judas salió para cumplir con su cometido, Jesús habló del nuevo mandamiento: Amarnos unos a otros como él nos amó. (Juan 13,34).

Y a la hora de amar sería bueno escuchar la voz de Jesús que nos dice: Lo que vayan a hacer, háganlo pronto. Porque cuanto más nos amemos, menos traiciones viviremos, y más visible se hará la presencia del Señor en nuestras vidas y en las de nuestras comunidades de fe. Amén.

Carlos Abel Brauer

Juan 13,21-30

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