¡Respóndeme, Señor; respóndeme, para que esta gente sepa que tú eres Dios, y que los invitas a volverse de nuevo a ti!

1 Reyes 18,37

Nos encontramos con el profeta Elías desafiando a los seguidores de Baal en el monte Carmelo. Parece ser, que desde siempre, el Carmelo había sido un lugar santo dedicado a distintas divinidades.

Cuando la montaña fue conquistada por David, el rey instaló en ella un altar al Señor. Nuestro relato nos muestra que dicho altar fue derrumbado y el culto a Baal fue restaurado en el monte.

Si volvemos un poco para atrás en el texto, encontramos la pregunta clave que hace Elías al pueblo: ¿Hasta cuándo van a continuar ustedes con este doble juego? Si el Señor es el verdadero Dios, síganlo a él; y si Baal lo es, a él deberán seguirlo. (v. 21)

Creo que esa es la pregunta que nos tendríamos que hacer: ¿Hasta cuándo vamos a seguir jugando a dos puntas? ¿Cuál es nuestro Dios? ¿Un Dios mágico, al cual hay que gritarle y esperar sentados una respuesta inmediata y que sea la que esperamos? O queremos un Dios de amor, el cual nos pide que le hablemos desde el silencio de nuestro corazón, con humildad y sinceridad, que nos invita a ser partícipesde nuestra propia vida. Un Dios que responde en lo cotidiano, en lo más pequeño, en lo sencillo. Un Dios que constantemente nos invita a volver a él. Nuestro Dios no es estático, él está en movimiento, está vivo. Lo mismo nos pide a nosotros, ser partícipes de nuestra propia vida, hacernos cargo y caminar de su mano.

¿Qué Dios queremos? ¿Qué vida queremos?

Alberto Olivero Ham

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print