Samuel le contestó: Lo que has hecho es una locura. Si hubieses obedecido la orden que el Señor te dio, él habría confirmado para siempre tu reinado en Israel.

1 Samuel 13,9

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¿Y cuál fue la locura de Saúl? “Cuando vi que la gente comenzaba a irse, y que tú no llegabas en la fecha indicada…” (vs.11). Lo de siempre, la impaciencia, la ansiedad, la realidad que apremia y la confianza que no llega a ser tan firme como es necesaria. Es la misma desconfianza que lleva a algunos en el desierto a guardar más maná del mandado por Dios: hoy hay, ¿mañana habrá? El Señor dijo que sí y debería bastar con su promesa, pero a nuestra limitada humanidad muchas veces no le basta. “Treinta mil carros de combate, seis mil soldados de caballería y una infantería tan numerosa como la arena del mar” (vs. 5) son motivo real para generar miedo, impaciencia, ansiedad.

Incluso las palabras de Samuel a Saúl nos pueden sonar excesivamente duras. Su apresuramiento a rendir holocausto y entrar en la batalla (vs. 11-12) puede argumentarse desde su responsabilidad por el pueblo sobre el cual reina. Podría darnos la sensación de que el pedido de confianza es hasta demasiado radical.

Sólo puede guiar a otros quien se apoya incondicionalmente en la roca firme de la promesa del Señor. Sin esa fe no hay seguridad posible. El guía sólo puede dar la confianza en aquello que él confía sin dudas.

La cordura racional de Saúl es la locura que Samuel le recrimina. La locura necesaria es la que sostiene la fe por encima toda evidencia, la de Abraham que Pablo destaca como ejemplo de fe: creyó cuando no había esperanza (Romanos 4,18).

Por eso el reinado del Saúl se termina. En cambio, la palabra de Dios permanece para la hora que pasa.

Oscar Geymonat

1 Samuel 13,1-23

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