Sí, Jerusalén será habitada, y no volverá a ser destruida. Sus habitantes vivirán seguros.

Zacarías 14,11

La profecía de Zacarías describe la dura realidad del exilio que debió padecer el pueblo de Dios a mano de otras naciones que lo esclavizaron, se adueñaron de sus recursos materiales y humanos. Los humillaron en su creencia y desterraron de su tierra. Y en medio de ese duro diagnóstico de una realidad que nadie desearía vivir y que sigue muy presente en nuestros días surge una luz de esperanza en que lo bueno hay que esperarlo y trabajarlo. Con ese propósito mandó Dios a su Hijo al mundo para todo aquel que crea en él tenga vida en abundancia.

Y esa vida se puede lograr en un plano temporal. En lo inmediato; una realidad que necesita ser revisada y pensada no solo desde el progreso económico sino también del progreso humano y medio ambiental. Si el deseo es vivir en paz, la paz que trae seguridad solo puede venir de la mano de la justicia social y el respeto por el otro en su entorno.

Jesús centró su mensaje y acción sobre este aspecto. Mientras haya injusticia no puede haber paz y si no hay paz tampoco puede haber ningún tipo de seguridad. La paz y la seguridad se hacen realidad cuando se ama y se trabaja por el bienestar común como un bienestar propio. Así lo dice Jesús en el Evangelio: “Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que viendo el bien que ustedes hacen todos alaben a su Padre que está en el cielo.” En el bien a los demás se honra y predica a Dios. En el bien se ama y vive anticipadamente la eternidad por gracia de Dios.

Todo el amor que manché con mi egoísmo, todo lo que puede ser y que no he sido. Lo que puede salvar y se ha perdido. Lo pongo en tus manos inmensas pidiendo perdón. (Canto y Fe Nº 113)

Jorge Alberto Buschiazzo

Zacarías 14,1-11

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