La gente pobre y sin recursos busca agua y no la encuentra. Tienen la lengua reseca por la sed; pero yo, el Señor, los atenderé, yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.

Isaías 41, 17

No hay nada más agradable que unos sorbos de agua cuando tenemos sed, especialmente si la necesidad de líquido es mucha.

En el mundo hay sed de agua, pero también sed de muchas otras cosas.

Vivimos en una sociedad castigada por los distintos tipos de violencia (de género, etnia, religión…). Donde se entremezcla el grito de los niños con hambre, de las mujeres y hombres por justicia y por un trabajo digno, de los que no tienen voz, pero quieren ser escuchados, de los que son distintos a lo que se considera “normal” y de tantas situaciones que parecieran resecar la vida misma, hay sed de justicia, paz, amor y vida plena.

Y en medio de toda esta sed, Dios nos recuerda: “… yo, el Señor, los atenderé, yo, el Dios de Israel, no los abandonaré”. Estas palabras nos refrescan el alma, son sorbos de esperanza que nos animan a seguir luchando y dar testimonio del amor de Dios y su justicia.

Cumple, Señor, tu promesa, venga tu reino de amor, y que el sol de justicia vuelva a alumbrarnos, Señor. (Canto y Fe N° 347)

Joel A. Nagel

Isaías 41,14-20

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