Día Mundial de Oración

Honraré a los que me honren, y los que me desprecien serán puestos en ridículo.

1 Samuel 2,30

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Este versículo está expresado en medio de una situación social compleja y confusa. Es palabra de Dios dirigida al sacerdote Elí, que había sido puesto, con su familia, para servir a Dios desde el templo. Pero parece que la posición que ocupaba hizo que se olvidara del propósito para el cual fue puesto en ese lugar. En lugar de estar al servicio del pueblo se servía del pueblo…

Dios, a través del profeta, recuerda a Elí que quienes lo honren serán honrados y quienes no lo hacen así serán puestos en ridículo.

Que rápido nos olvidamos de nuestra tarea cuando llegamos a un lugar – según nuestros ojos – de prestigio o poder… – el servir al pueblo se transforma en servirse del pueblo.

En la necesidad y en la angustia, en el dolor y en la derrota, en el fracaso y en la debilidad buscamos a Dios, y nos sentimos necesitados de él.

Una vez alcanzado – según nuestra visión – bienestar, triunfo, con-suelo o satisfacción, nos alegramos de nosotros mismos, jactándonos de nuestra capacidad, y estamos convencidos de que la victoria es nuestra…, nos olvidamos de nuestros semejantes, y por sobre todo, de Dios.

Señor, reina en mí la oscuridad, pero en ti está la luz; estoy solo, pero tú no me abandonas; estoy desalentado, pero en ti está la ayuda; estoy intranquilo, pero en ti está la paz; la amargura me domina, pero en ti está la paciencia: no comprendo tus caminos, pero tú conoces el camino recto para mí. Amén. (Oración de Dietrich Bonhoeffer, 1943)

Ricardo Adolfo Becker

 

1 Samuel 2,27-36

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