Allí el sacerdote Sadoc tomó del santuario el cuerno con el aceite y consagró como rey a Salomón. A continuación tocaron el cuerno de carnero, y todo el pueblo gritó: “¡Viva el rey Salomón!”

1 Reyes 1,39

Salomón es coronado como nuevo rey. Su propio padre David lo ordenó y el pueblo grita “¡Viva el rey Salomón!” Las historias del Antiguo Testamento nos suenan bastante extrañas. Un mundo en que un rey estaba convencido de que Dios mismo lo había puesto en ese lugar y de que, por ende, también sus acciones las hacía en el nombre de Dios. Sin embargo, leyendo justo sobre el rey David encontramos historias de mucha violencia y crueldad mientras que nuestra imagen de Dios es la de un Dios de paz, de amor y de bondad, imagen que él mismo nos mostró con la vida de su Hijo Jesucristo.

La imagen del pueblo gritando “¡Viva el rey!” me parece muy conocida. Hasta el día de hoy nos gusta tener gobernantes fuertes, y si es posible también ídolos. Ídolos de distintas categorías: del deporte, de la música, pero también de la política. Argentina no sería Argentina sin sus ídolos. Hasta en los cementerios encontramos mares de flores.Y en cualquier pueblo, el intendente y los concejales ya no son gente común sino tienen otro estatus, otras facilidades de gestión, consiguen beneficios más fáciles.

¿No era que el que es electo como líder tiene que servir al pueblo y no al revés? ¿Será que nuestro orden inverso es simplemente un mal de nuestra sociedad o lo hemos heredado de aquel tiempo de David y Salomón?

Yo me quedo con Jesús: “El que quiera ser el primero, que sea el último.”

Detlef Venhaus

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