Viernes Santo
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Isaías 53,6
Hoy el antipendio de nuestros altares es de color negro. Hoy recordamos la muerte de Jesús. Porque, alguna vez deberíamos asumirlo, somos pecadores.
Pero no nos gusta escuchar esta verdad que recorre toda la biblia. Preferimos, en cambio, el consuelo de las ideologías que reconfortan nuestro bien amado ego. Éstas afirman, en cambio, que el ser humano no es malo por naturaleza sino que son las relaciones socio-económicas las verdaderas culpables. Se nos decía, una y otra vez, “cambiemos a la sociedad y saldrá a la luz el nuevo hombre”. Piénsalo por un momento: ¿cuántas veces has cantado este concepto en cultos y devocionales?
Ahora se dice: “lo más importante es tener una visión crítica de la realidad”. Parecería que, constantemente, llevamos la tara del miedo de no estar comprometidos con nuestra realidad. Caemos en el error de considerar a toda verdadera espiritualidad como irrelevante. Y es así como nuestras predicaciones terminan siendo totalmente vacías e insípidas. Después, como si no fuese una consecuencia lógica, cuanto más grande parecería ser nuestra crisis de fe, más tiempo meditamos sobre cual es la misión de la Iglesia. Meditamos teoréticamente, sin hacer, nunca, absolutamente nada más.
Recapacitemos: necesitamos volver a escuchar que no podemos salvarnos a nosotros mismos. No podemos. No está en nuestras manos o en nuestras capacidades. Por eso Jesucristo murió por nuestros pecados: los tuyos, los míos. Vino a traernos la salvación. Salvación que viene de afuera.
Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. (Lucas 19,10)
Sergio A. Schmidt
Salmo 22; Isaías 52,13-53,12; Hebreos 4,14-16; 5,7-9; Juan 18,1-19,42
Agenda Evangélica: Salmo 22,2-9.12.16.19-20; Isaías 52,13-15; 53,1-12; 2 Corintios 5,(14b-18)19-21; Juan 19,16-30, Lucas 23,32-49 (P)
