María trajo unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy caro, y perfumó los pies de Jesús; luego se los
secó con sus cabellos. Y toda la casa se llenó del aroma del perfume.
Juan 12,3

Cuando María tomó una enorme cantidad de costosísimo perfume de nardo que quizás estaba guardando para su boda, y lo derramó
sobre los pies de Jesús, y luego se los secó con sus cabellos, realizó un gesto de amor imbuido de intimidad, sensualidad y erotismo, pero también un gesto de derroche y despilfarro. Si se lo mira con los ojos de la moderación y la sensatez, hay que darle la razón a Judas Iscariote cuando preguntó por qué en cambio no se había vendido el perfume para ayudar a los pobres. Pero la verdad es que si únicamente rigieran la moderación y la sensatez, tendríamos que privarnos de las mejores cosas de la
vida.

Evitemos el derroche y el despilfarro cuando se trata de recursos naturales no renovables o de materiales no biodegradables, porque dañan el medio ambiente y agravan el problema del cambio climático; pero no seamos mezquinos ni mezquinas con recursos renovables como el amor, el perdón, la tolerancia. Si la otra persona nos necesita, permanezcamos junto a ella día y noche, olvidándonos hasta de comer y de dormir. Y recordemos que el amor no sólo rompe con la moderación y la sensatez por sus costos exagerados, sino también por sus resultados. Porque una y otra vez nos devuelve más de lo que nos cuesta y nos hace descubrir que en compañía de los seres amados, las penas dejan de afligir y se siente más la alegría.

Andrés Roberto Albertsen
Juan 12,1-11

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