Yo, Pablo, soy un apóstol, no enviado ni nombrado por los hombres, sino por Jesucristo mismo y por Dios Padre, que lo resucitó.

Gálatas 1,1

Es el comienzo de una carta, es la presentación de quien la escribe y ¡vaya que presentación! En esos tiempos, las cartas, y sobre todo éstas, que provenían de alguien perseguido por difundir y enseñar el mensaje de Cristo, deben haber tardado mucho en llegar a destino. Hoy en día todo es inmediato, casi sin pensar muchas veces. ¿Cómo encabezaríamos nosotros una carta destinada a un hermano o a alguien que hace tiempo no vemos? ¿Podremos decir que somos hermanos, enviados por Dios mismo? ¿Y aún si es así, nos animamos a mencionarlo? A veces siento que no tenemos la fortaleza necesaria para enfrentar y demostrar a los demás quienes somos y mucho menos, presentarnos como enviados de Jesucristo. Pero no debemos dudarlo, somos un solo cuerpo con Jesucristo, nuestro hermano, a quien nuestro Padre resucitó y no debemos olvidarlo. Él habita en y con nosotros, nos acompaña a donde vayamos, nos consuela cuando estamos tristes y se alegra por nosotros si estamos felices. No tengamos miedo y compartamos, difundamos este mensaje, su luz que siempre nos guía y ayudemos a los demás a seguirla, para así vivir en el reino de Dios todos juntos, sin distinciones.
“No tengas miedo, hay señal secreta; un nombre que te ampara cuando vas en el camino que lleva a la meta, hay huellas por la senda donde vas”. (Canto y Fe Nº 204)

Susanne Isabel Korth

Gálatas 1,1-9

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print