¡Dichoso aquel que no pierda su confianza en mí!

Lucas 7,23

 

Muchos cristianos llevan una vida distante del Evangelio, de la fe que profesan. En nuestros países hispanos/latinos, existe un dicho popular que reza: “A Dios rogando, y con el mazo dando”.

La coherencia en la vida cristiana consiste en no olvidar, frente a las cosas que nos ofrece en todos lados este mundo, que Dios existe, y es a él a quien hay que alabar, agradecer y dar a conocer. En otras palabras, sumergidos y rodeados de lobos, demos testimonio de nuestro Creador. Que no nos dé miedo reconocerlo y confesarlo ante aquellos que nos rodean y, especialmente, ante aquellos que aún no le conocen.

Jesús nos dice en el Evangelio: Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mateo 11,29). Son palabras que nos recuerdan no sólo de la necesidad de ser sencillos, sino también de no ser violentos. La mansedumbre nos hace pacíficos, no pasivos como pueden entender algunos. No respondiendo a la violencia del otro, a la agresión del que pretende tomarse la “justicia” por su propia mano.

Vivimos en un mundo violento, donde los agresivos ejercen el poder oscuro. La no-violencia es la mejor arma para lograr la justicia y la paz verdaderas. Jesús no respondió a agresiones, ni antes ni durante su martirio. Incluso perdonó al criminal, que lo reconoció como verdadero Rey. Por eso le prometió llevarlo a su reino. Si logramos dar testimonio de esto, de que ser mansos y sencillos implica un profundo compromiso con los más débiles, lograremos también establecer en los corazones humanos la única y verdadera paz.

La paz se mantendrá en los corazones sencillos y mansos, en los corazones humildes, donde habita también Jesús.

 

Carola Christ y Sebaldt Dietze

 

Lucas 7,18-23

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