Algunos de los fariseos y maestros de la ley dijeron entonces a Jesús: “Maestro, queremos verte hacer alguna señal milagrosa.”

Mateo12,38

Vivimos en una sociedad acostumbrada a estar rodeada de hechos absolutamente extraordinarios. Muchas veces queremos y esperamos ver, contemplar algo que nos llene los ojos, la mente, y realmente nos cuesta darnos cuenta de que la vida, en general, y nuestra vida, en particular, es un milagro continuo.

Nuestra vida misma es un milagro, el ver, oír. El amar y experi-mentar amistad, el amor incondicional, es un milagro. Lo que sucede es que, para ver estos milagros, necesitamos unos ojos y un corazón desde la fe, desde la mirada de Jesús.

Los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, de algún modo también se parecen al tiempo nuestro. Ellos dicen: “Maestro, queremos verte hacer una señal milagrosa”.

Llama la atención esta petición. Ellos han estado presentes en muchos momentos de milagros, y los han visto. Y, sin embargo, siguen pidiendo señales, milagros.

Algo parecido también nos pasa a nosotros. Cuántos milagros y hechos extraordinarios hemos visto y nos han sucedido a lo largo de nuestra vida y, aun así, le seguimos pidiendo alguna señal, algo más. Y muchas veces son pedidos condicionados.

Abramos nuestros ojos y nuestro corazón para ver las maravi-llas que Dios nos regala día a día. Rescatemos nuestra capacidad de asombro. Tengamos un corazón agradecido. Y dediquemos todos los días al menos unos instantes a dar gracias por los pequeños y grandes milagros con los que somos bendecidos.

Señor, ayúdanos a verte en distintos momentos de la vida, ayúda-nos a reafirmar nuestra fe en tus palabras que nos dan esa esperanza tan anhelada para nosotros.

Mario Gonzales

Mateo 12,38-42

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