Al tercer día hubo una boda en Caná, un pueblo de Galilea. La madre de Jesús estaba allí, y Jesús y sus discípulos también habían sido invitados a la boda.

Juan 2,1–2

Un amigo, que este año celebrará su boda de oro, me contó: “Cuando nos casamos, yo cambié mi moto por vino para la boda. No quise pasar vergüenza como en esa boda de Caná. Jesús también estaba invitado, pero no tuvimos tinajas tan grandes como para que él pueda convertir el agua en vino.”

La boda, para muchos, es la fiesta más importante en la vida y se prepara todo sin considerar los costos. Ese día expresa el comienzo de vida en pareja y lo festejan compartiendo comida, bebida, alegría y agradecimiento. Si falta el vino, la bebida de la fiesta, el matrimonio comenzará bajo una nube oscura que tapa la felicidad y la suerte de la nueva pareja.

María, la madre de Jesús, se enteró de la escasez de vino y le pide a su Hijo que ayude. En el primer momento Jesús se siente ofendido y no quiere actuar. Mi hora no ha llegado todavía, le dice a su madre. Después pide a los sirvientes: Llenen de agua estas tinajas. Al llevar una prueba al encargado de la fiesta, él se sorprende por la calidad del vino.

Este texto destaca dos pensamientos:

Primero: Jesús no quiere que la “fiesta de vida” se interrumpa por falta de comida o bebida. Él ayuda para que la vida siga.

Segundo: La promesa del texto de ayer, verán el cielo abierto, se cumple aquí. Sus discípulos reconocen “al tercer día” el poder del enviado de Dios.

Danos ojos de fe que reconozcan tu actitud y bendición en el recorrer de nuestra vida.  Amén.

Günter Kreher

Juan 2,1-12

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