Salmo 1
Bienaventurado el hombre
que no anda en compañía de malvados,
ni se detiene a hablar con pecadores,
ni se sienta a conversar con blasfemos.
Que, por el contrario,
se deleita en la ley del Señor,
y día y noche medita en ella.
Ese hombre es como un árbol
plantado junto a los arroyos:
llegado el momento da su fruto,
y sus hojas no se marchitan.
¡En todo lo que hace, prospera.
Con los malvados no pasa lo mismo;
¡son como el tamo que se lleva el viento!
Por eso los malvados y pecadores
no tienen arte ni parte en el juicio
ni en las reuniones de los justos.
El Señor conoce el camino de los justos,
pero la senda de los malos termina mal.

Levítico 19, 1-2.15-18

El Señor hablo con Moisés, y le dijo:

«Habla con toda la congregación de los hijos de Israel, y diles:

»Ustedes deben ser santos porque yo, el Señor su Dios, soy santo.

 

15 »No seas injusto en el juicio.

»No favorezcas al pobre ni complazcas al poderoso.

»Trata a tu prójimo con justicia.

16 »No propagues chismes entre tu pueblo.

»No atentes contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.

17 »No abrigues en tu corazón odio contra tu hermano.

»Razona con tu prójimo, para que no te hagas cómplice de su pecado.

18 »No te vengues, ni guardes rencor contra los hijos de tu pueblo.

»Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.

1 Tesalonicenses 2, 1-8
Hermanos míos, ustedes mismos saben que nuestra visita a ustedes no fue en vano. También saben que, a pesar de haber sufrido y de ser maltratados en Filipos, Dios nos dio el valor necesario para anunciarles su evangelio, aun en medio de grandes peligros. Porque nuestra exhortación no se basa en el error ni en malas intenciones, ni tampoco tratamos de engañar a nadie, sino que hablamos porque Dios nos aprobó y nos confió el evangelio. No buscamos agradar a los hombres, sino a Dios, que es quien examina nuestro corazón. Como ustedes bien saben, nosotros nunca usamos palabras lisonjeras, ni hay en nosotros avaricia encubierta. Dios es nuestro testigo. Tampoco hemos buscado recibir honores de ustedes, ni de otros ni de nadie, aun cuando como apóstoles de Cristo podríamos haberles pedido que nos ayudaran. En vez de eso, los hemos tratado con ternura, con el mismo cuidado de una madre por sus hijos. Tan grande es nuestro cariño por ustedes, que hubiéramos querido entregarles no sólo el evangelio de Dios sino también nuestra propia vida. ¡A tal grado hemos llegado a amarlos!

Mateo 22 ,34-46
34 Al enterarse los fariseos que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron alrededor de él; 35 y uno de ellos, que era intérprete de la ley, para ponerlo a prueba le preguntó: 36 «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?» 37 Jesús le respondió: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” 38 Éste es el primero y más importante mandamiento. 39 Y el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” 40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.»

41 Mientras los fariseos estaban reunidos, Jesús les preguntó: 42 «¿Qué piensan ustedes del Cristo? ¿De quién es hijo?» Y le respondieron: «De David». 43 Entonces él les dijo: «¿Y cómo es que, en el Espíritu, David lo llama Señor? Pues dijo:

44 »“El Señor le dijo a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies.”

45 ¿Cómo, entonces, puede ser su hijo, si David lo llama Señor?» 46 Nadie podía responderle nada, y desde aquel día nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Agenda Evangélica:
Salmo 119,1-8.17-18
Génesis 8,18-22; 9,12-17
Marcos 10,2-9(10-12)13-16
2 Corintios 3,3-6(7-9)
(P) Marcos 2,23-28