Mientras Jesús oraba, el aspecto de su cara cambió, y su ropa se volvió muy blanca y brillante.

Lucas 9,29

Como relata esta porción del Evangelio, mientras Jesús oraba su aspecto cambió y luego se produjo la aparición de Moisés y Elías. Fueron imágenes que los mismos discípulos no supieron interpretar. Pedro quería construir chozas para los aparecidos, pero se dice que no sabía lo que decía. Según el Evangelio, más tarde se oyó una voz que dijo “Este es mi Hijo, mi elegido: escúchenlo”. Evidentemente la oración es una comunicación o intento de sintonía por medios que no son los que dominamos. Es enviar un mensaje humilde por un medio que no es de nuestro entorno habitual, no es del mundo que nosotros construimos. En este sentido la oración es sobrenatural y también lo son sus efectos. No tan sobrenatural para Jesús, que hablaba con su Padre con toda naturalidad, pero para nosotros es difícil de explicar racionalmente. Los humanos solemos reservar la oración más sincera para momentos de desesperación, como cuando viajamos en un avión que empieza a agitarse o cuando un familiar no regresa a casa por la noche. También la usamos para ver si funciona en pequeños objetivos un poco superfluos. Pero a pesar de que la Biblia nos alienta, no oramos con suficiente frecuencia para pedir por lo que realmente necesitamos nosotros y los demás, para conseguir fe y acompañar el plan de Dios.

Tomás Tetzlaff

Lucas 9, 28-36

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