Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al pueblo santo. Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.

Colosenses 3,12

La conciencia de haber sido elegidos por Dios es una de las certezas más maravillosas y a la vez peligrosas que existen. Tengo la convicción de que fuimos elegidos por Dios. Pero esta convicción no debe alimentar sentimientos mesiánicos que llevan a la búsqueda del poder y la dominación. El Señor llama a la salvación a toda criatura: porque “amó tanto al mundo, que ha enviado a su Hijo único, no para condenar al mundo, sino para que en él el mundo sea salvo.” (Juan 3,16).

El Señor nos ha elegido para servir, para amar, para que en nosotros crezcan los sentimientos que menciona Pablo en este versículo. No nos ha elegido para ejercer poder sobre los demás, para enriquecernos en base a la necesidad de otros y disfrazar ese enriquecimiento como bendición de Dios. Las antiguas y las modernas teocracias manipulan el concepto de elección en una muestra de utilización en vano del nombre de Dios.

El Evangelio es vida que se manifiesta en compromiso y servicio. Esos sentimientos hacen posible el perdón, hacen posible una vida en paz, en verdadera paz, hacen posible el sostén mutuo: “Sopórtense unos a otros con amor.” (v. 13)

 Nos permiten entender la elección como producto del amor de Dios, como un llamado que nos compromete al servicio, es el camino hacia la construcción de comunidades humanas armónicas, solidarias, esperanzadas y esperanzadoras, comunidades que dan testimonio de la vida nueva a la que el Evangelio llama. Y nos libra de la tenta-ción de condenarnos a pensar que hemos sido llamados a dominar.

  Oscar Geymonat

Colosenses 3,12-17

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print