Más bien, profesando la verdad en el amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo.
Efesios 4,15
Vivimos momentos de grandes enfrentamientos. Dividir, atacar, querer imponer tu pensamiento se ha convertido en la regla. Las redes sociales son prueba de ello. Nadie habla con nadie. Nadie escucha a nadie. Hay mucha polarización religiosa y política. Crecen en forma alarmante los gestos de intolerancia, agresividad y violencia. Y lo peor, dentro de la Iglesia, en nuestras comunidades, se reproducen actitudes así. ¿Quién gana con esto?
Observando las actitudes de la gente, también en la iglesia, durante la pandemia, me convencí de que la división en la que vivimos no es entre derecha e izquierda, desarrollistas y ecologistas, oficialistas y opositores, machistas y feministas. Es mucho peor. Está entre los que piensan y los que no piensan. En esta situación, dialogar es un acto de resistencia. La fe cristiana quiere creyentes que piensen, sepan juzgar las cosas, que se inspiren en la sabiduría que brota del evangelio, fuente de toda verdad y amor.
Efesios 4,11-16 afirma que Cristo mismo estableció varios servicios, ministerios, en la iglesia. ¿Cuál es la finalidad de estos servicios? La unidad de la iglesia. El fortalecimiento de la comunión, no su división. Los ministerios tienen la tarea de capacitar a la Iglesia para hacer frente a las amenazas y peligros que enfrenta. Deben llevar a la madurez del cuerpo de Cristo. La fe deja de ser una cuestión puramente individual, para ser una experiencia comunitaria.
¿Es posible dar cuenta de la misión que Dios encomendó a su Iglesia sin un mínimo de organización, planificación, distribución de tareas, colaboración, recursos económicos, formación en la fe, conocimientos de gestión?
Querido Dios: Vivimos tiempos difíciles. Inspírame a ser testigo de tu verdad y amor. Amén.
Nestor Paulo Friedrich
Efesios 4,11-16
