No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.

Gálatas 6,7 (RVC)

Esta es una ley absoluta y espiritual. Es algo así como el principio físico de acción y reacción descubierto por Newton. Recibimos lo que damos. En este contexto se habla de las consecuencias de hacer el bien. El bien que damos lo recibimos no a la larga, sino a la corta; de inmediato, de acuerdo a las leyes del universo creadas por Dios. Lo mismo vale para con las consecuencias de hacer el mal. La sabiduría popular occidental ha bebido a lo largo de los siglos de la misma Biblia. Hay un dicho popular que dice: “El hacer el mal es como empujar un carro cuesta arriba, en cualquier momento se te viene encima”.
Hoy en día hay muchos creyentes desahuciados. A veces en la vulnerabilidad de nuestra vida de fe, nos levantamos pensando si todo lo que hacemos en el nombre del Evangelio vale la pena. Pensamos en nuestros mensajes, nuestras buenas obras de caridad y ayuda monetaria en el nombre de Cristo. O simplemente nos cuestionamos si el ayudar a cualquier persona necesitada, sin que ésta tenga relación alguna con nuestras comunidades cristianas, valdrá la pena y si será en todo caso necesario que lo continuemos haciendo.
La Palabra de Dios hoy nos confirma que todo lo bueno que hagamos ya tiene sus consecuencias ‘cósmicas’ en el mismo momento que se realizó. Es un buen aliciente para el día de hoy, para no dejar de hacer aquello bueno que habías pensado hacer.
Gracias, Señor, porque me permites hacer cosas buenas en tu nombre. Gracias porque puedo saber ahora la diferencia que hay entre hacer las cosas buenas y hacer las malas y sus consecuencias. Amén.

Enzo Pellini

Gálatas 6,1-18

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